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ACTO EN SARAJEVO 08/04/2022

«Con la objetividad no se trata de ser neutral, sino de ser confiable»

Participantes, en un momento del panel de discusión en la capital bosnia.
Participantes, en un momento del panel de discusión en la capital bosnia.
José Antonio Sánchez Manzano

Coincidiendo con la reciente conmemoración del 30 aniversario del inicio de la guerra en Bosnia y Herzegovina y el asedio de Sarajevo, el anfiteatro del Dom Mladih de la capital balcánica acogió el pasado jueves 7 de abril un panel de discusión público titulado ‘La integridad de los medios de comunicación en la era de la desinformación. El evento estuvo organizado por el Servicio Europeo de Acción Exterior (EEAS, en inglés), el servicio diplomático de la Unión Europea.

En palabras de Jasna Jelisić, reconocida periodista y actual responsable de la organización para los Balcanes Occidentales, esta jornada tuvo como principal objetivo «la sensibilización acerca de la manipulación de la información, la seguridad de los periodistas y la integridad del periodismo profesional como piedras angulares de la democracia y del camino de integración de la UE». Para ello, además de contar con la participación remota de renombrados reporteros que hace tres décadas cubrieron la guerra en Bosnia y Herzegovina, un grupo de veintiún jóvenes periodistas de toda la región de los Balcanes Occidentales asistieron al evento como parte de un intercambio de una semana en Sarajevo.

 Tras una breve presentación por parte del moderador Filip Lukić (N1 y European Western Balkans) y la intervención Aida Čerkez (ex corresponsal de AP durante la guerra) y Nadina Maličbegović (Al Jazeera Balkans), el acto arrancó con la proyección de un video en el que la periodista Christiane Amanpour (CNN), que no pudo asistir por encontrarse en Kiev cubriendo la invasión rusa, destacaba los paralelismos y similitudes entre esta guerra y la que tuvo lugar en Bosnia y Herzegovina. Al final de su discurso mencionó una frase que arrancó el aplauso del público y dio paso al resto de temáticas y ponentes: «Con la objetividad no se trata de ser neutral, sino de ser confiable».

Retos en la era digital

La siguiente intervención fue en directo y corrió a cargo de Remy Ourdan (Le Monde) quien, desde el interior de un coche en Bucha, la ciudad de los horrores y las masacres recientemente perpetradas por las fuerzas rusas en Ucrania, reflexionaba sobre los retos del periodismo en la era digital en contraste con los medios y recursos analógicos disponibles hace treinta años. Además, insistió en que, «aunque no se trata de una práctica mayoritaria entre los periodistas, en una guerra es importante informar igualmente sobre los que luchan y también los civiles».

Después corrió el turno para Javier Espinosa (El Mundo) quien, desde Madrid, comenzó su participación planteando una pregunta: ¿En qué medida a la opinión pública le interesa o es consciente de la importancia del periodismo y los medios de comunicación? Seguidamente destacó la precariedad de la labor periodística. Según Espinosa, «hoy en día la mayoría de los reporteros que cubren las guerras son freelancers y con suerte consiguen cubrir costes. En el caso de los miembros de plantilla no suelen recibir ningún tipo de complemento económico por los riesgos que entrañan cubrir un conflicto armado». Por el contrario, periodistas que no están sobre el terreno o que siguen a pies juntillas las narrativas oficialistas suelen contar con mayores incentivos y mejores recursos a la hora de realizar su trabajo. Con este panorama, no es de extrañar que se cumpla a rajatabla esa máxima que dice que, «en la guerra, la primera víctima es la verdad».

«Hoy en día la mayoría de los reporteros que cubren las guerras son freelancers y con suerte consiguen cubrir costes»

Javier Espinosa (El Mundo)

Posteriormente Ed Vulliamy (The Guardian) compartió su experiencia como testigo de la existencia y las condiciones en los campos de concentración creados al inicio de la guerra en Bosnia y Herzegovina y cómo diferentes estamentos políticos se dedicaron entonces (al igual que sucede hoy en día en relación al genocidio cometido en Srebrenica) a negar la evidencia.

Por último, Roger Cohen (The New York Times), desde París, destacaba precisamente la necesidad de buscar la verdad a través de los sentidos y estando en el lugar de los hechos. «Ver los cuerpos, escuchar las bombas…», comentaba Cohen. Además, al igual que el resto de sus colegas, hizo hincapié en la importancia del conocimiento de la Historia para entender el contexto y desarrollo de un conflicto armado. Eso sí, advertía: «¡La Historia es peligrosa!».

En primer plano, Jasna Jelisić, responsable del Servicio Europeo de Acción Exterior para los Balcanes Occidentales. Detrás, jóvenes periodistas bal´cánicos que participaron en el evento.
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Que se lo digan a los bosnios cuando, tras casi medio siglo de igualdad y fraternidad entre diferentes, Slobodan Milosevic, Radovan Karadžić y Radko Mladić retrocedieron en el tiempo seis siglos para envenenar y manipular a la opinión pública y justificar posteriores campañas de limpieza étnica y genocidio. O ahora a los ucranianos, cada vez que Putin hace referencia a Lenin y apela a las grandezas del antiguo imperio ruso para arengar a los suyos contra sus vecinos y hasta hace poco “primos hermanos”.

Ya antes del estallido de las bombas en Ucrania, la República Srpska, una de las dos entidades que componen el país resultante de los Acuerdos de Paz de Dayton en 1995, lanzaba un desafío secesionista que amenaza con romper el ya de por sí frágil y complicado equilibrio de poderes en el país balcánico. Sin embargo, más allá de las consecuencias económicas y el deterioro del clima político, las imágenes de asedios y matanzas de civiles resultan demasiado familiares e hicieron aflorar los traumas que muchos ciudadanos aún arrastran.

Disidencia rusa

Para terminar el evento se dio paso a la ronda de preguntas por parte de los jóvenes periodistas. El primero en pedir el micrófono fue Mladen Saratović (N1 y CNN), reportero serbio de 30 años que, según explicaba, prepara un documental sobre disidentes rusos y quería saber la opinión de sus colegas más veteranos acerca de la poca cobertura que se les da a aquellos que no promulgan con la versión oficial. La respuesta de Aida Čerkez fue contundente: «Sí, estoy de acuerdo, debería de hablarse más de ellos».

Tal y cómo me confesara Mladen más tarde, en su pregunta y en su trabajo influyen el hecho de que su madre fuera una de las pocas personas que se atrevió a desafiar al fascismo saliendo a la calle para protestar en contra de la guerra en la ex Yugoslavia. No acepta que los actos de aquel gobierno fueran llevados a cabo en su nombre o el de su familia, o  que todo un pueblo sea culpado por determinadas decisiones y actos.

Hablando de gobernantes, la última pregunta y broche final del evento corrió a cargo de Ilda Hoxha, una joven periodista albanesa que trabaja para la organización de fact checking Faktoje. «¿Qué podemos hacer cuando los que promueven y propagan bulos y desinformación son los mismos que, en teoría, deberían de protegernos contra ella?» De nuevo contestó Aida Čerkez y fue igual de rotunda: «Déjales en evidencia con hechos y pruebas contrastadas. Y no les votes».

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