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Aprovecha la cuarentena: cursos gratuitos ‘on line’ de datos, visualización, podcast…

El confinamiento puede ser duro pero también puede convertirse en una oportunidad para dedicar tiempo a los cursos que de forma gratuita se están ofertando, por ejemplo, desde algunas de las universidades más prestigiosas del mundo. Son los llamados MOOCs (Massive Open Online Courses, por sus siglas en inglés).

Además, el New York Times, que está siguiendo un intenso programa de formación en periodismo de datos extensivo a todos sus redactores en cursos de tres semanas, sabiendo que no todos los medios pueden contar con los mismos recursos para hacer algo similar, ha decidido liberar una importante cantidad del material que se usa o que se ha generado durante las diferentes rondas de los cursos.

Más información aquí.

MOOC

Brown, Harvard, Cornell, Princeton, Dartmouth, Yale, Columbia, Pensilvania ofrecen cursos on line gratuitos de todo tipo de disciplinas: programación, ciencias de los datos, humanidades, arte y diseño, salud y medicina. Los cursos son gratuitos en cuanto a su seguimiento pero añaden la posibilidad de lograr además un certificado por una cantidad que oscila de media entre los 40 y los 100 dólares. Por citar algunos ejemplos que pueden resultar especialmente interesantes para periodistas de investigación y datos:

Python para Investigación, Universidad de Harvard.


Ciencia de los datos: fundamentos de R, Universidad de Harvard.


Estadística para ciencia de los datos, Universidad de Columbia.


Ciencia de los datos: visualización, Universidad de Harvard.



Y en esta página de freecodecamp.org puedes encontrar una recopilación de una larga lista de estos cursos ofrecidos por prestigiosas universidades.

Laboratorio de Periodismo

Por otro lado, los compañeros de Laboratorio de Periodismo están haciendo otra interesante recopilación de cursos, algunos de los cuales se celebraron en tiempo real pero han quedado ahora a disposición de quien quiera retomarlos aprovechando estas semanas. Aquí el enlace.

Algunos ejemplos:
Periodismo de datos y visualización con herramientas gratuitas.
(Alberto Cairo, Simon Rogers y otros).


Radio para internet con Podcast: creación y conceptos básicos.
(Universidad Politécnica de Valencia).


Newsletter para periódicos: estrategia y casos de éxito.
(Lluís Cucarella).

Sembramedia.org

Igualmente, Sembramedia.org tiene una recopilación de cursos on line que incluyen opciones tan interesantes como la escuela de Radio Ambulante: http://escuelaradioambulante.org/

Son sólo algunas propuestas de cursos en abierto que podemos seguir estas semanas de confinamiento en casa mientras contribuimos a contener el Covid-19.

Libros.com

La editorial Libros.com también ha decidido facilitar las descargas de su colección, entre los que se encuentra una línea dedicada al periodismo de investigación. Los interesados pueden acceder a las obras de este sello en el siguiente enlace: https://libros.com/listas/libros-digitales-liberados/

En periodismo no vale todo

Por su interés informativo, reproducimos el artículo que Antonio Rubio, presidente de la Asociación de Periodistas de Investigación (API), publicó en El Mundo el pasado 3 de febrero.

Gabriel García Márquez dijo en una ocasión que «una primicia no la da quien primero la pública, la da quien primero la cuenta con exactitud». Y otro maestro de la talla del anterior, Albert Camus, avisó que «lo importante no es ser primero, lo importante es ser el mejor». Los dos fueron periodistas y premios Nobel.

En octubre de 2017, cuando era vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), organizamos unas jornadas de debate en CaixaFòrum cuyo título era: ‘Volver al periodismo, clave del futuro de la profesión’.

En uno de esos encuentros el tema central fue Medios digitales: la transformación digital, un reto pendiente de resolver. Capacidades de gestión y creación de contenidos informativos. Aquel día, uno de los ponentes defendió y argumentó que «lo importante es publicar el primero, como sea, y después ya iremos adaptando y actualizando».

La filosofía que rige en un sector significativo de los medios de comunicación no tiene nada que ver con lo que estudié, practico, enseño y defendemos en la API a través del Código de Buenas Prácticas»

El pasado 27 de enero, dos referentes del periodismo mundial como John Witherow, director de The Times, y Martin Baron, de The Washington Post, recibieron el premio de Periodismo Internacional de El Mundo. Y tuvieron una charla-coloquio con los profesionales de Unidad Editorial y los alumnos de los másteres de Periodismo y de Periodismo de Investigación y Datos y los dos coincidieron con los planteamientos de Albert Camus y García Márquez: «Lo importante es la calidad, la excelencia y la profundidad».

Entre el ayer y el hoy, el Periodismo ha vivido múltiples transformaciones técnicas, pero lo que no podemos cambiar ni debemos olvidar, nunca, es la máxima que encabezaba aquellas jornadas: «Volver al Periodismo, clave del futuro de la profesión». Y lo que nos han recordado Witherow y Baron: «Calidad y profundidad».

El «como sea» de aquella reflexión periodística me hizo pensar, primero, y, después, despertar del sueño que había vivido durante muchos años de profesión y docente. Supe y reparé que la filosofía que rige en un sector significativo de los medios de comunicación no tiene nada que ver con lo que estudié, practico, enseño y defendemos en la Asociación de Periodistas de Investigación (API) a través del Código de Buenas Prácticas.

Algunos piensan que «en Periodismo vale todo» si eso te lleva a tener más clic, más audiencia. Otros pensamos, consideramos y defendemos que «en Periodismo no vale todo» y que es importante «documentar, acreditar, verificar y practicar la diligencia informativa» hasta los extremos o límites que la «verdad periodística», que no la verdad absoluta, te lo permite.

En la actualidad se habla de fake news, de noticias falsas. No es cierto, lo que hay y existe es «desinformación». Además, los ciudadanos/lectores han perdido su capacidad de lectura reflexiva (entiéndase también telespectadores, radioyentes y otros…). Hoy, tristemente, en los medios de comunicación priman dos cuestiones fundamentales: dinero e ideología. Y se nota la ausencia de otras dos: profesionalidad y ética.

Cada día es más fácil ver cómo algunos mal llamados periodistas cortan y pegan noticias de otros sin citar y además manipulan y adaptan. Falta la figura del editor que debería contrastar y verificar»

Un número importante de medios buscan los clics como sea y al precio que sea porque eso son ingresos. Y en la segunda se busca proporcionar a tu audiencia ideológica lo que quieren leer aunque la realidad sea otra. En España lo hemos visto y vivido tanto en el 11-M en Madrid como en los atentados del 17-A en Barcelona.

Cada día es más fácil ver cómo algunos mal llamados periodistas cortan y pegan noticias de otros sin citar y además manipulan y adaptan. Y ahí falta la figura del editor que debería contrastar y verificar. Ese editor, que debería ser un profesional con experiencia y demostrada capacidad, está desapareciendo de las redacciones porque es caro y los empresarios buscan resultados y no calidad. Y, por último, la ética. Algunos, incluso, se preguntan qué es eso. Falta y mucha.

Llegado a este punto, el de la desinformación y la falta de rigor, hay que recuperar y recordar a otros dos grandes del Periodismo: Daniel Santoro (Argentina) y Jorge Cardona (Colombia). Santoro, maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), periodista de investigación y escritor, nos recuerda: «La atribución de fuentes permite que el lector conozca la procedencia de la información. Citar la fuente da credibilidad y honestidad intelectual».

Jorge Cardona, periodista, filósofo, editor de El Espectador y docente, señala que «la gran debilidad del Periodismo es la memoria». Y va aún más lejos: «Mi sueño es un periodismo lleno de memoria. Cuando yo insisto tanto en el contexto es por la memoria». Cardona es autor de la obra Días de memoria.

No todo es negativo. Hay profesionales comprometidos que levantan la bandera del buen periodismo y señalan a los que practican e intentan hacer dinero con la ‘desinformación’ o fake news«.

Pero no todo es negativo. Afortunadamente, y ante esa situación de «todo vale», han surgido movimientos y profesionales comprometidos que levantan la bandera del buen periodismo y señalan a los que practican e intentan hacer dinero con la «desinformación» o fake news.

En España tenemos a Maldita.es («Periodismo para que no te la cuelen»), un excelente portal de un grupo de jóvenes emprendedores, encabezados por Clara Jiménez y Julio Montes. La mayoría de ese equipo se formó en el Máster de Periodismo de Investigación, Datos y Visualización de El Mundo y la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). En la misma línea que Maldita.es está Newtral y al frente de ella una periodista de referencia, Ana Pastor. Esta plataforma y productora, en la que también está la semilla del Máster, se dedica -entre otros temas- a la verificación de noticias y datos (fact-checking) y ha puesto en marcha una línea de investigación e inteligencia artificial.

También es interesante recordar y leer al profesor Raúl Magallón, de la Universidad Carlos III, que ha publicado un interesante estudio/libro sobre «Cómo combatir la desinformación. Un faking news«.

Para combatir la «desinformación», fake news, la falta de «memoria y de citas» y ese argumento de que «en periodismo vale todo» hay dos excelentes antídotos: «Formar para informar» (filosofía de los másteres que dirijo) y el «Código de Buenas Prácticas de la Asociación Periodistas Investigación (API)».

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Antonio Rubio es presidente de la Asociación de Periodistas de Investigación (API), doctor y director de los másteres El Mundo/CEU y Periodismo Investigación y Datos/URJC.

Aplazado el II Congreso de Periodismo Local por el coronavirus

La organización del II Congreso de Periodismo Local ha confirmado el aplazamiento de la cita, que iba a celebrarse los días 26 y 27 de marzo en Arteixo (A Coruña), debido a la crisis del coronavirus. Ahora se buscan fechas alternativas para que el encuentro pueda celebrarse.

Co-organizado por La Voz de Galicia y la Asociación de Periodistas de Investigación (API), con Google News Initiative y Abanca como patrocinadores, el congreso había despertado un gran interés entre profesionales de la información y estudiantes de Periodismo. De ello da fe el hecho de que más de 300 personas -muchas de fuera de Galicia- habían formalizado su inscripción para asistir a las distintas ponencias, algunas a impartir por miembros de la API.

La cancelación se ha producido después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diera la consideración de pandemia al Covid-19 y cuando las autoridades sanitarias españolas han endurecido las medidas restrictivas en un intento de contener la propagación del virus. Haber mantenido la celebración en las fechas entrañaba un riesgo innecesario.

A la espera de que se fije una nueva fecha, el II Congreso de Periodismo Local -la primera edición se desarrolló en Cádiz en diciembre de 2018- sigue los pasos del XXI Congreso de Periodismo Digital, anunciado para esta semana en Huesca y que se ha pospuesto a finales de octubre por la misma circunstancia.

Buenas noticias desde el Supremo

Esperanza Zambrano, subdirectora general de Reclamaciones del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno.
Esperanza Zambrano

Estos días hemos recibido una buena noticia, de esas que abundan cada vez menos en el ámbito de la transparencia, en forma de sentencia del Tribunal Supremo. Por segunda vez  −dos casos de dos en los que el Alto Tribunal ha conocido de recursos frente a resoluciones dictadas por el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno (CTBG)− el Tribunal Supremo ha realizado una interpretación amplia del derecho de acceso a la información y ha restringido la potestad de la Administración para limitar la transparencia pública.

El caso que estos días ha finalizado se remonta a 2015, cuando una organización de la sociedad civil (la Fundación Civio) presentó una solicitud de información dirigida al Ministerio de Defensa para conocer los acompañantes de autoridades en viajes oficiales. La solicitud se remontaba a información a partir de 1976 o «desde el momento en que los datos empezaran a registrarse». Ante la negativa a proporcionar la información, la entidad solicitante recurrió al CTBG, donde analizamos el tipo de información que se solicitaba −no hay que olvidar que, al pedir la identificación de pasajeros de vuelos oficiales y más allá de las autoridades/altos cargos que viajaran, se está solicitando información de carácter personal− y el encaje que la misma tenía dentro de la finalidad de conocimiento de las decisiones públicas, rendición de cuentas y control del uso de fondos públicos en los que se basa la Ley de Transparencia.

Nuestra conclusión fue clara: se trataba de controlar la actuación pública y el uso de fondos públicos a través del conocimiento del número e identidad de los acompañantes de altos cargos en vuelos oficiales, por lo que el interés público prima sobre el privado en la protección de sus datos de carácter personal. No hay que olvidar que, aunque pensemos en acompañantes tales como, por ejemplo, miembros del Gabinete, periodistas o empresarios, no puede descartarse la participación de personas ajenas al objeto del viaje ni el hecho de que los desplazamientos se realizan por el Grupo 45 de la Fuerza Aérea española, cuya única función es el desplazamiento de autoridades.

Si bien el ejercicio del derecho solo puede realizarse a partir de la entrada en vigor de la ley, su objeto puede referirse a cualquier información que tenga la Administración

La resolución del CTBG solo fijaba dos limitaciones las referidas a vuelos que tuvieran naturaleza clasificada (una clasificación expresa y no general) y los datos personales de los miembros de la tripulación y del personal de seguridad. Las razones de tales limitaciones eran razonables: si se trataba de vuelos clasificados, el propio Ministerio de Defensa desconoce sus ocupantes y, por otro lado, el derecho a la protección de datos de los tripulantes y el personal de seguridad −que se encuentran entre el pasaje como parte de su trabajo−  debe prevalecer por cuanto, como decimos, realizan el vuelo como parte de las funciones encomendadas, sin que exista un interés público en que se conozca su identidad. Identidad que, además, en el caso del personal de seguridad, podría producirles un perjuicio directo a su integridad física.

Frente a esta resolución, el Ministerio de Defensa interpuso recurso contencioso-administrativo que fue desestimado en primera instancia y cuya apelación fue también desestimada salvo por un desafortunado matiz que introdujo la Audiencia Nacional: la información debe darse pero solo respecto de vuelos que se hubieran producido a partir del 10 de diciembre de 2014, día en que entró en vigor la Ley de Transparencia. A juicio de la Audiencia, el nacimiento del derecho marcaba también la fecha de la información que podía ser solicitada, interpretación que, como ha venido ahora a confirmar el Supremo, crea un límite adicional, por la vía jurisprudencial al derecho de acceso a la información.

Las consecuencias de la sentencia de la Audiencia Nacional, ahora anulada, implicaban, a juicio del CTBG, no solo una restricción al concepto de información pública de la Ley de Transparencia (información que obre en poder del sujeto al que se dirige la solicitud en el momento en que esta se plantea) sino a la propia práctica de la Administración que, hasta entonces, habían interpretado dicho concepto de información pública en el sentido que ahora se ha confirmado: si bien el ejercicio del derecho solo puede realizarse a partir de la entrada en vigor de la norma que lo ampara, su objeto puede referirse a cualquier información que, en el momento en que se presenta la solicitud, esté a disposición de la Administración.

El pronunciamiento del Tribunal Supremo es esperanzador y esperemos que motivador de cambio de ciertas actitudes restrictivas o limitativas del derecho de acceso

El Tribunal Supremo, como decimos, ha venido a aclarar la confusión generada por la sentencia objeto de casación y que ha servido para que −si bien, de forma limitada− haya sido utilizada como argumento para denegar información previa a diciembre de 2014. Los términos de la sentencia del Supremo, al igual que la anterior y que mencionábamos al comienzo, referida a los costes de participación en Eurovisión, vuelven a ser tajantes y, por lo tanto, esperanzadores respecto de la posición que vaya a mantener en los diversos recursos de casación aún pendientes de resolución y que afectan a cuestiones clave como la posibilidad de que los sindicatos pidan información al amparo de la Ley de Transparencia o el conocimiento de las retribuciones de directivos de la CRTVE.  Así, según la sentencia, “el reconocimiento del derecho de acceso es general y los límites expresos y específicos» y, en tal sentido, con la Ley de Transparencia «se pretende hacer una regulación general, completa y acabada del derecho de acceso a la información pública»,  por lo que no procede crear por vía jurisprudencial un límite −relacionado con la antigüedad de la información que se solicita− que la Ley no establece.

Como digo, un pronunciamiento esperanzador y esperemos que motivador de cambio de ciertas actitudes restrictivas o limitativas del derecho de acceso. Un avance, en definitiva, de todos y para todos que nos fortalece como sociedad y que impulsa la mejora de nuestras Administraciones. Seguimos.

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Esperanza Zambrano es subdirectora general de Reclamaciones del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno (CTBG).

Dos sentencias en tres meses en favor del periodismo de investigación

Javier de la Cueva

La Fundación Ciudadana Civio, o Civio a secas, es una rara avis en el panorama activista nacional pues, además de informar a la ciudadanía, interpone acciones judiciales en defensa de su derecho a obtener la información. Se trata de un pequeño colectivo de personas que ha logrado profesionalizar un modelo de periodismo bajo el paraguas de una fundación y que en estos últimos tres meses han obtenido dos victorias ante el Tribunal Supremo cuya trascendencia para el periodismo de investigación es notable.

Los dos casos que han ganado tienen un origen análogo. En el primero de los casos, Civio solicitó ante el Tribunal de Cuentas los nombres de las personas nombradas a dedo durante los años 2010 a 2018. El Tribunal de Cuentas alegó que no podía entregarlos, pues debía respetar la privacidad de los datos de los enchufados. Frente a esta decisión del presidente del Tribunal de Cuentas, Civio presentó un recurso ante el Supremo alegando que debía primar el interés público y que debían entregarse los nombramientos.

Finalmente, el 17 de diciembre de 2019, el Alto Tribunal dictó una sentencia en la que, dando la razón a Civio, señalaba que «no parece que el acceso a la información pública consistente en la identidad del personal de confianza que desempeñó las secretarías de la Presidencia, de los consejeros y de la Secretaría General del Tribunal de Cuentas deba ceder ante su derecho a la protección de datos». La razón de la prevalencia del interés público traía causa de que ocuparon puestos de trabajo público, fueron nombrados de forma libre por un órgano de posición constitucional, una autoridad de relevancia a la que prestaron servicios.

«La transparencia de los órganos públicos no nace con la ley que la regula, sino con la institución de la democracia»

Lo importante de esta sentencia no fue que el Tribunal de Cuentas se viera obligado a entregar los datos de sus nombramientos de libre designación, sino que el Supremo había dado las pautas para resolver la tensión entre la privacidad de los nombrados a dedo y el interés público. Desde este momento, ya ningún órgano público de relevancia constitucional (lo que incluye las administraciones públicas) podría alegar el secreto para no entregar los datos de los enchufados.

El segundo de los casos se inició cuando a Civio le denegaron la identidad de los acompañantes de las autoridades en los viajes oficiales, información que había solicitado el 29 de octubre de 2015. En su recurso ante los tribunales se produjo una desagradable sorpresa cuando recayó la primera sentencia, dictada por la Audiencia Nacional el 23 de octubre de 2017. La Abogacía del Estado había alegado que el derecho a la transparencia sólo era aplicable a los datos que se hubiesen generado a partir de la entrada en vigor de la Ley de Transparencia, que, si bien es de 9 de diciembre de 2013, la parte relevante no comenzó a aplicarse hasta un año después: el 9 de diciembre de 2014.

La sentencia de la Audiencia Nacional estaba siendo utilizada tanto por la Abogacía del Estado, que la aportaba en otros procedimientos para apoyar su visión restrictiva de los derechos de quienes solicitaban información pública, como por otras administraciones públicas que, basándose en la limitación temporal por la que sólo habría que entregar información posterior al 9 de diciembre de 2014, denegaban parcialmente la petición a la ciudadanía.

Contra la sentencia de la Audiencia Nacional, Civio interpuso un recurso de casación. Entre sus muchos argumentos, Civio se preguntaba que para qué se necesitaría una Ley de secretos del Estado si ya teníamos Ley de Transparencia. Si la información anterior a 2014 no era pública, mediante la Ley de Transparencia se habría logrado ocultar más información que la que está clasificada como confidencial o secreta. La interpretación de la Audiencia Nacional suponía crear una limitación temporal a la Ley de Transparencia mediante la interpretación jurisprudencial. Se creaba mediante sentencia un límite que no estaba en la ley.

«La Administración a la que se le soliciten datos ha de entregar los que tenga en su poder con independencia de su fecha»

Finalmente, el Tribunal Supremo nos ha dado la razón en su sentencia de 3 de marzo de 2020. Han sido cuatro años y cuatro meses pero ha merecido la pena. Nuevamente el efecto de la sentencia en favor del periodismo de investigación está claro. La Administración a la que se le soliciten datos ha de entregar los que tenga en su poder con independencia de su fecha. Ya no puede alegar que sólo entregará los que sean de fecha posterior a la entrada en vigor de la ley.

La transparencia de los órganos públicos no nace con la ley que la regula, sino con la institución de la democracia. Cuando las administraciones públicas olvidan una cuestión tan básica como ésta, basta una pequeña fundación que practica el periodismo de datos e investigación para recordar justo lo contrario. Va por ustedes.


Javier de la Cueva es abogado especializado en tecnología e Internet y miembro del patronato de la Fundación Civio.

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