Jaime Gómez-Obregón quiere ser definido como ingeniero, pero detrás de esa nomenclatura profesional formal existe una inquietud personal por intentar mejorar las cosas. Tras experiencias frustrantes con la Administración decidió poner toda su inteligencia y saber hacer al servicio del análisis de datos público y a la transparencia. Así, este Robin Hood de las redes, como esos personajes de las películas de Frank Capra que se enfrentan al sistema con el convencimiento de que la razón está de su lado, ha protagonizado sonoras luchas que han puesto el acento en las carencias tecnológicas actuales de la Administración y en decisiones políticas que apuntan un despilfarro de recursos públicos en proyectos fallidos o posibles espacios de opacidad en la contratación pública. Y, además, lo hace con un punto gamberro y con gran sentido del humor.
Jaime se cita con nosotros en una cafetería en Santander en una tarde fría y ventosa. Mientras entra en calor con el café, hablamos de datos, de contratos públicos, de paradigmas tecnológicos y, por supuesto, de transparencia y de muchas otras cosas. La generosidad que refleja en esta entrevista pone de manifiesto que, además de un excelente profesional, es un gran conversador y que detrás de ese perfil empresarial existe una pulsión por un hacktivismo social que no puede ocultar.
P.-Jaime, vamos a empezar preguntándote, así para abrir fuego. ¿Cómo te gusta a ti que te definan? ¿Ingeniero, hacker, activista, todo junto en un cóctel…?
R.-Bueno, no sé. Lo que vosotros consideréis. A veces digo ‘el pito del sereno’ (risas) y ya está, porque no sé muy bien cómo describirme… No sé, yo soy ingeniero porque es con lo que más identificado me siento. Es lo que he estudiado, es mi profesión y, cuando me siento y programo, creo que es eso lo que hago. Activista y lo demás, bueno, también puede ser, aunque me gusta más lo de ingeniero. Utilizo mi profesión para intentar publicar datos que están por ahí escondidos, o a los que es difícil acceder.
P.-Definido entonces, ¿cómo un ingeniero llega a interesarse por la transparencia como una herramienta de vigilancia de lo público?
R.-Yo creo que concurren dos cosas. Por una parte, en lo que se refiere a software, siempre he tenido mucha querencia por las bases de datos y es donde me he especializado y he hecho mi profesión, trabajando con grandes volúmenes de datos. Cuando tienes este interés, aparece la pregunta: ¿quién es el que más y mejores datos tiene? Pues la Administración, que es una fábrica de datos maravillosa. Así que, rápidamente, miras hacia ella. Son datos públicos que tienen mucho interés y que tienen un gran impacto en la vida cotidiana.
Pero luego, además, hay otro elemento que coincide y es el hastío, el hartazgo, el cansancio de que las cosas estén como parece que están. Todos escuchamos que si las tramas de corrupción, que si los contratos públicos están amañados, que si tal… y se dice, se dice, se dice, pero parece que nadie hace nada o todos esperamos que lo hagan los jueces, los policías, que hacen lo que pueden.
No se puede estar en 2023 intentando evangelizar sobre si esto tiene que estar abierto o no. Es la Administración pública, es dinero público y, si el dinero es público, el software, el código, deben ser públicos
Creo que es un cóctel de ambas ideas. Por una parte, el hastío y, por otra, intentar aportar algo. Y cuando te quieres dar cuenta, estás ahí destripando contratos y haciendo un poco el gamberro. También me lo paso muy bien, que podría ser la tercera pieza del puzle: disfrutar y pasárselo bien.
P.-Tus trabajos más conocidos tienen que ver con el análisis de la información contractual de las administraciones. Cuéntanos, por favor, algunos de tus hallazgos más sorprendentes navegando por los datos de contratación de las administraciones y, también, si tienes conocimiento de que alguno de ellos haya provocado alguna actuación de la Fiscalía o de alguna oficina/agencia antifraude, Jaime.
R.-Yo no diría que haya aparecido ningún gran escándalo, ni tampoco lo busco ni lo he intentado encontrar, pero sí surgen muchas pequeñas cosas que, de alguna manera, demuestran una forma de ser de la Administración, de sus órganos de contratación. Parece que las cosas están montadas de una manera intencionada para obstaculizar la transparencia que, por otra parte, tanto se predica, y eso me produce mucha frustración. Es ese doble discurso de ‘sí, por supuesto, transparencia, ¡cómo no!, si somos un gobierno muy transparente’, y luego es imposible acceder a los datos y contratos.
No es que haya encontrado ninguna historia de interés periodístico que haya abierto portadas ni nada de eso, aunque alguna sí que ha tenido impacto en los medios y en algún parlamento autonómico.
Tengo muy reciente el caso de Cantabria, porque es el lugar en el que vivo y donde empecé a hacer estas historias. Aquí accedí a la base de datos de contratos que no se podía descargar y encontré la forma de hacerlo. Con esto hice una serie de trabajos que dieron pie a algunas informaciones que luego aparecieron. Alguna de ellas tuvo un impacto importante en la política, ya que salieron en el parlamento un par de veces, incluso en un Debate sobre el Estado de la Región, aquí en Cantabria.
Luego todo es muy curioso. Yo también he ido aprendiendo. Muchos medios se hacen eco de algunas cosas de las que hago, otros lo hacen de otras distintas, pero lo que he observado es que muchas veces ponen más la atención en ‘Ah, mira, qué interesante, un hacker que está haciendo cosas, ¿cuéntanos de ti? ¿cómo hackeas las webs…?’. Y esto no es lo importante. Lo relevante es que los contratos están borrándose al cabo de cinco años, que hay unas adjudicaciones que son sospechosas y no habéis preguntado a los políticos. Sin embargo, me preguntáis a mí que qué opino. No, no, tienes que preguntar al gestor, al órgano de contratación, al interventor. Tienes que preguntarles a ellos, no a mí. Porque hay medios que, cuando señalas la luna, se quedan mirándote el dedo. Eso a mí me molesta porque no sabes hasta qué punto estás haciendo el tonto, pero, bueno, esto ya es una derivada mía personal.
Este mismo año en Cantabria ha entrado la Policía Nacional en la Consejería de Obras Públicas del Gobierno. Han sacado a todo el mundo a la calle, han incautado ordenadores, documentación… y ahí comienza una trama de corrupción, que ya tiene una persona en la cárcel y varias imputadas. Básicamente, el típico caso de amañamiento de contratos, en este caso, de obras públicas, de carreteras, donde había, al menos y que se sepa, un alto funcionario del Gobierno que estaba recibiendo mordidas por parte de los constructores y promotores de obra pública para que se les adjudicaran esos contratos. Fue muy decepcionante escuchar aquellos días y semanas posteriores, en pleno periodo preelectoral, a los políticos de la región, desde el presidente de la comunidad autónoma hasta el vicepresidente y, por supuesto, al consejero que creo que dimitió, ese alarde de que ellos son muy transparentes, que la transparencia es clave en su Gobierno, que no hay nada de opacidad y que a ellos que les registren. Si llevo dos años diciendo, yo y mucha gente, que estos contratos públicos que estáis adjudicando no los estáis publicando, que faltan datos, documentos, anexos, expedientes… Faltaba muchísima información para que pudiéramos fiscalizar esto. Llega un momento en el que ese discurso hipócrita se convierte en un insulto. Y yo me he sentido insultado, pero, bueno, sigo haciendo mi trabajo.
Nunca he atacado a nadie. He criticado actitudes que me encuentro en las administraciones, en las instituciones, praxis que son opacas, que son difíciles de justificar
P.-También recordamos ‘La donación’ o tus investigaciones sobre las plataformas de comercio local y los metaversos, lo que te llevó incluso a mantener un coloquio público con Guzmán Garmendia, que trabajó en el Gobierno de Navarra, o reclamar la gratuidad de los datos del Registro Mercantil. ¿No son muchas batallas para un solo Robin Hood?
R.-Pues seguro que sí, como Don Quijote con los molinos, pero me da igual. Estoy cansado de los asuntos de características identitarias, de las idiosincrasias del sistema. Hoy he tenido que hacer una factura electrónica y casi me he vuelto loco. He tenido que descargarme un programa de factura electrónica de una Administración pública diferente a otro que he tenido que utilizar para emitir otra factura a otro Gobierno. Creo que ni yo ni nadie lo entiende. ¿Cómo es posible que la Diputación de Guipúzcoa desarrolle su propia solución de factura electrónica y la Generalitat de Cataluña desarrolle otra totalmente distinta para hacer exactamente lo mismo? Y estoy hablando de cosas muy pequeñas como una factura de 200 y pico euros por un artículo que escribí.
Esto me genera mucha frustración porque yo he sido empresario en el sector tecnológico y siempre he trabajado con el mundo privado. Mis clientes siempre eran empresas, nunca he podido trabajar con la Administración pública. Algo así como un 0,5 % de mi facturación lo fue para el sector público, a pesar de que la Administración pública representa un tercio o más del producto interior bruto. Hay un elenco de contratistas que son los de confianza de la Administración, y en ese círculo tú no entras, salvo que llegues y te pongas a invitar a gin tonics al consejero y al director general, pero yo no quiero entrar en ese juego y, claro, entonces quedas excluido y muchas empresas también. Esto, por supuesto, es muy negativo para una empresa que quiere trabajar, porque está renunciando a una parte muy importante del mercado, pero es especialmente dañino también para la propia Administración, ya que al seguir estas prácticas, no necesariamente corruptas, dejan fuera de la contratación a muchas empresas o, incluso, éstas se autoexcluyen a causa de estos procedimientos kafkianos. No todas las empresas están dispuestas a pasar por estas pruebas de ‘humor amarillo’ de la burocracia, de una Administración en la que, para presentar una factura o formalizar un contrato, te pide un montón de cosas que no tienen ningún sentido. Es mucho más fácil trabajar con una multinacional que hacer un pequeño proyecto para tu ayuntamiento.
Y luego hay otro elemento. Desde mi experiencia empresarial, he participado en muchas organizaciones y colectivos empresariales como la Confederación de Empresarios de Cantabria y la Asociación de Empresas Tecnológicas de Cantabria. En ellas escuchas en conversaciones de pasillo o en un café historias truculentas de contratos amañados, de corrupción, de corruptelas, a veces pergeñados por la política, otras veces con las empresas y muchas veces en consorcio. Todo el mundo lo sabe, pero nadie dice nada. Y tienes que asumir que el país está perdido, por lo menos una parte. Empecé a hacer lo que hago para desquitarme de todo eso.
Volviendo a la pregunta, sí, son muchas cosas que cambiar, pero mientras pueda dar visibilidad a un puñado de ellas como lo del Registro Mercantil, las absolutas estupideces que están haciendo con los fondos europeos o los marketplaces, que tengo inventariados un centenar y de los que la mitad no funcionan y son un fracaso, pero siguen haciéndolos, es completamente estúpido. Lo del metaverso lo hice un poco a título de broma. Creo que hay que echarle humor a las cosas. Si alguien hace algo ridículo, vamos a reírnos, ¿no? Pero, claro, viene Guzmán y me dice: ‘Vale, ¿te vienes a decirme esto a la cara en un debate en la Confederación de Empresarios de Navarra?’. Y dije: ‘Por supuesto’, con mucha educación, pero sí (risas).
Cuando veo que lo que hago tiene impacto, un impacto muchas veces muy silencioso, me hace ilusión y justifica y le da sentido al trabajo
P.-Además de esa función de vigilancia o de detección de posibles corruptelas, estamos hablando de cuestiones muy diversas, pero todas tienen como fondo la apertura y el uso de datos para estar informado y tomar decisiones eficientes. Según tu criterio, ¿cómo ayudaría la transparencia a tomar mejores decisiones públicas?
R.-Estoy observando como una tendencia que el sector tecnológico, incluso grandes multinacionales como Adobe, Oracle o Microsoft, que siempre han estado en los antípodas de la cultura de software libre, está publicando cada vez más datos de su software, documentación… y esto simplifica las cosas. Esto tiene un efecto y es que, cuando se publican datos, información, la calidad mejora. No es algo instantáneo, sino un proceso iterativo. Las calidades mejoran siempre y cuando se establezca un mecanismo de feedback que permita al consumidor de la información interactuar y no ser meramente un consumidor pasivo.
Voy a poner un ejemplo. Como programador accedo y consulto constantemente mucha documentación técnica sobre herramientas que van cambiando con nuevas versiones. En alguna ocasión he detectado algún error en la documentación, es natural, pero esto solo es posible si la información está publicada en abierto, de forma transparente. Solo si está publicada, el lector se puede implicar, detectar los errores e, incluso, enviar las correcciones. Yo lo he hecho varias veces no solo para advertir de un error, sino para ayudar a su corrección. Contribuyes a la comunidad. En dos días lo chequean, lo revisan y lo integran. Se incorpora el cambio y el error queda corregido y resuelto.
Así es como se está trabajando en el sector tecnológico. A mí es un sector que me gusta, porque yo creo que está muy desarrollado en cuanto a procedimientos. Se tiende a automatizar, a sacar factor común y a desburocratizar. Evidentemente, hay de todo, pero quiero pensar que la Administración tiene que funcionar como lo hace ese sector o una parte de él. Me gustaría interactuar con la Administración de la misma forma y no es así. Con la Administración siempre me frustro y a final acabo vomitando bilis en Twitter. Lo intento con educación y con respeto, pero al final es la única vía que te queda.
Otra cosa que me he encontrado mil veces. Cuando intento descargar los contratos del Gobierno de Cantabria, puedo poner este ejemplo que quizás se hizo popular, no lo consigo. Les escribo, no me responden, les vuelvo a escribir, siguen sin contestar, les mando una instancia y tampoco. Pues vale. Yo no voy a escribir una instancia a una consejera del Gobierno de Cantabria como si estuviéramos en la Edad Media. Quiero plantear cosas eficazmente y me gustaría obtener algún tipo de respuesta. Que, ojo, también me vale, como a cualquier ciudadano, una respuesta negativa, que me digan: ‘Jaime, no vamos a aplicar estos datos, punto’. Me callaré la boca y diré: ‘No los van a publicar, pero al menos tengo una respuesta’, pero ese silencio administrativo lo llevo muy mal. Esto es como un ‘dejarte en visto’ en whatsapp, como dicen ahora los jóvenes que te hacen ghosting (risas). Si estuviéramos hablando del alcalde de Nueva York, pero es que se trata de un concejal del Ayuntamiento de Santander o de un consejero del Gobierno de Cantabria, que es una comunidad autónoma muy pequeña, de medio millón de habitantes y, que se entienda la broma, pero 250.000 personas, la mitad, están en el campo con el ganado y los que intentamos interactuar con la Administración somos relativamente pocos. No hay una cultura tampoco de contestar.
Hay medios que cuando señalas la luna, se quedan mirándote el dedo
P.-Hilando con lo que estás hablando, Jaime, ¿no tienes la sensación de asustar a las administraciones a las que pones en tu punto de mira? ¿Por qué crees que las administraciones ‘temen’ la transparencia? Creemos que algunas veces, a lo mejor, pueden llegar a pensar: ‘Por Dios, que no se fije en nosotros’, ¿no?
R.-A ver… (risas). Eso lo he pensado y puede tener un punto de sentido. Llegas como un elefante en una cacharrería, con un montón de seguidores, te pones a destripar cualquier cosa, y luego lo sacas… Yo nunca he atacado a nadie. He criticado actitudes que me encuentro en las administraciones, en las instituciones, praxis que son opacas, difíciles de justificar. Pero, bueno, también participo en las redes sociales, como digo, con bastante humor y de una forma un poco gamberra, pero siempre intentando proponer alternativas o puntos de vista diferentes con la intención de decir: ‘Mira, en el mundo de la tecnología lo hacemos así, esto igual a la Administración le puede ser útil’.
Luego hay dos tipos de actitudes, y me he encontrado con ambas. Una es la persona, el gestor, el funcionario, lo que sea, que se mimetiza con la Administración y con su organización y, entonces, percibe como un ataque personal cualquier cuestionamiento que se haga de esa entidad. Y luego hay otros que reconocen que les estás dando un palo, pero con la intención de hacer aportaciones. La reacción de los primeros es muy humana, pero tenemos que estar abiertos a críticas, máxime en la Administración pública, porque es la forma de mejorar. Muchas veces me han contactado en privado y siempre he tenido una exquisita interlocución con todo el mundo. A veces, incluso, cuando he escrito algo en redes sociales y se ha hecho viral o ha aparecido en algún diario digital, luego me han escrito en privado y me han dicho: ‘Oye, ¿podemos hablar de esto por teléfono?’. Y lo hemos hecho y me han dicho: ‘Tiene sentido lo que estás diciendo, y lo estamos intentando mejorar. Hacemos lo que podemos’. Por eso creo que hay que ser también indulgentes y no se puede exigir la excelencia absoluta, sino intentar sugerir posibilidades de mejora.
P.-Para implementar políticas de transparencia, la tecnología es una herramienta fundamental. Es cierto que en las administraciones públicas existe un déficit tecnológico importante que dificulta su desarrollo. ¿A qué crees que es debida esta situación? ¿Se trata de una cuestión económica o es simplemente falta de voluntad política?
R.-Es una pregunta buenísima. Tengo una visión desde diferentes ángulos. Como empresario que he trabajado en el sector tecnológico, y también como desarrollador, he estado en diferentes posiciones de esta ecuación. Mi sensación es que la Administración tiene un modelo roto de desarrollo de servicios digitales. Es un modelo que está roto y lo he visto desde diferentes ángulos, insisto.
El año pasado por estas fechas, o un poquito antes, estuve trabajando con el Boletín Oficial del Estado e hice un experimento para desarrollar alguna herramienta que permitiera visibilizar, mejor dicho, explorar el Boletín de otra forma. Me contactaron desde una Administración autonómica y me dicen: ‘¡Oye, esto es interesante! ¿Te gustaría que habláramos un poco para aplicar esto en nuestro territorio?’. Y yo les dije que sí, claro, que por supuesto lo habláramos. Y tras varios cruces de correos, el resumen de la conversación fue absolutamente descorazonador. Por una parte, no se iba a hacer nada en los próximos meses, había que llevar a cabo unos trámites internos… y ya se iban al año el siguiente. Y, claro, yo me decía: ‘Bueno, dentro de cuatro meses yo no quiero estar con este tema, y andaré con otra cosa‘. No es de recibo presentar una propuesta y luego tirarse cuatro meses parados. Son plazos que no encajan, a mí no me encajan y creo que a muchas empresas y pymes tampoco.
Por otro lado, hay otro asunto que puse encima de la mesa desde el primer momento. Y les dije: ‘Oye, si yo hago una aportación aquí, tanto de ideas, de algún prototipo, o incluso llego a programar algún desarrollo, esto va a ser software libre, va a ser código abierto’. Es decir, que luego pueda llegar otra comunidad autónoma que pueda, si quiere, reutilizarlo, replicarlo, mejorarlo, para que no tengan que partir de un folio en blanco como lo he hecho yo. Tengo la sensación de que, muy frecuentemente, cada Administración hace eso, arranca de cero. Y, bueno, finalmente me dijeron que no, que la política de no sé qué departamento no era la del software libre y que eso iba a haber que pelearlo duramente porque había gente muy reticente. Hay mucha ignorancia porque no se puede estar en 2023 intentando evangelizar sobre si esto tiene que estar abierto o no. Es la Administración pública, es dinero público y, si el dinero es público, el software, el código, deben ser públicos. Por supuesto hay excepciones, hay asuntos que pueden ser muy sensibles como el tratamiento de datos personales y puede que. a veces, sea mejor ser un poquito prudente en algunos aspectos, yo lo comprendo. Bueno, el asunto se resume en que yo tenía que hacer una propuesta con todas las ideas, escribir un montón de folios, y luego ellos lo iban a canalizar internamente, y si mi propuesta resultaba ganadora de un concurso que iban a convocar, pues entonces se desarrollaría. Y dije: ‘Mira, yo no voy a estar aquí tres meses y escribir una propuesta para esto’. Ellos me decían que estas eran las normas, y es así, y yo lo entiendo, pero no es como estoy acostumbrado a trabajar con el sector privado. Yo iba a empresas aquí en la región, incluso empresas grandes, y me sentaba con un jefe de área, un responsable o un gerente, y le decía: ‘Mira, esto es lo que hacemos. Esto, esto y esto. ¿Te encaja o no?’. Y si veíamos que encajaba, en dos o tres días se tomaba una decisión, positiva o negativa. En la empresa se cuida mucho esto y en la Administración pública parece que todo lo contrario.
Esta idea de que el modelo de desarrollo de servicios digitales está roto la tengo clara, por no hablar de las plataformas tecnológicas, de los frameworks, que te obligan a utilizar. Me he pasado 15 años viendo licitaciones del Gobierno de Cantabria en las que, para desarrollar un software, te obligaban a utilizar el framework propio del Gobierno que, casualmente, lo desarrolló una empresa que también es contratista del propio Gobierno de Cantabria. Al final, es una tecnología que sólo hay cuatro empresas en la región que sepan literalmente desarrollarla, porque solo sirve para el Gobierno de Cantabria.
Puse un hilo en Twitter comparando esta situación con la de Asturias. Resulta que en Asturias tienen otro framework completamente diferente que, por supuesto era incompatible con la tecnología del Gobierno de Cantabria de aquel momento. El que se certificaba en la tecnología del Gobierno de Cantabria de aquel momento no valía para Asturias. Para Cantabria sí, pero en Asturias no. Absolutamente estúpido. He visto pliegos en los que te dicen con qué versión de Java tienes que hacer las cosas. Si fuera cualquier otro tema me quedaría callado, pero si es un asunto del que controlo porque es mi profesión y sé de eso, digo: ‘Mira, me estás diciendo que lo haga con una herramienta que es subóptima. Esto está obsoleto, hay que hacerlo con otra tecnología’. Esto no es solamente mi opinión, esto se puede demostrar, y, sin embargo, erre que erre. ¿Al final qué es lo que pasa? Los servicios digitales están obsoletos, salvo excepciones como, por ejemplo, el caso de Aragón que lo está haciendo muy bien. Yo veo lo que hay en Cantabria y es para echarse a llorar. Lo veo desde fuera, observando los servicios digitales y las interfaces, pero es que luego, cuando hablas con gente que está dentro de la Administración, te dice: ‘Lo nuestro es peor. Porque tú lo ves desde la óptica del ciudadano, pero es que nosotros lo vemos desde dentro y es para llorar’. No tiene una solución fácil. No.
No todas las empresas están dispuestas a pasar por estas pruebas de ‘humor amarillo’ de la burocracia
P.-Si echas la vista atrás, en estos diez años, ¿cuánto crees que hemos avanzado en transparencia en nuestro país? Y, sobre todo, ¿qué es lo más importante que nos queda por conquistar, en lo que avanzar? Lo más importante que hemos hecho y lo más importante que nos queda por hacer.
R.-Sí, ¡claro que se ha avanzado! Aunque no todo ha sido siempre positivo. Recuerdo que, en 2008, en una mesa redonda sobre datos abiertos en el marco del proyecto Aporta del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio -yo tendría 25 o 27 años-, varios ponentes citaban al CENDOJ, el Centro de Documentación de la Justicia del Consejo General del Poder Judicial, y hablaban de un escándalo, que había algunas corruptelas y chanchullos del Centro con las editoriales jurídicas, que si pagaban para no sé qué… Esto fue hace 15 años y sigue siendo exactamente igual hoy en día, no se ha avanzado nada. El asunto del Registro Mercantil está también exactamente igual que estaba. Los registradores te dirán que no, que todo es una maravilla. Y los notarios, otro tanto, también encantados con sus sistemas. Pero lo cierto es que luego te toca hacer cosas profundamente estúpidas a las que te obligan, como tener que comprar las cuentas que tú mismo has depositado en el Registro Mercantil. Eso sí, luego parecen estar haciendo cosas sin parar, todo el día sacando noticias y hablando de transparencia, pero nada ha cambiado. Si quiero cruzar las adjudicaciones de contratos a empresas con sus cuentas anuales no puedo porque a los registradores no les da la gana, y punto. El Ministerio de Justicia ha abdicado de su responsabilidad de que esas cuentas sean públicas porque no está por la labor de que lo sean. Ellos dicen que sí. Incluso llaman al Registro Mercantil, un órgano de publicidad. Eso sí, cómpralas de una en una, no se te ocurra descargártelas. Es el modelo de los años 70. Me imagino a una persona ahí con su Olivetti en el mostrador, exactamente igual que lo hacía mi padre, que en paz descanse. Entonces, ¿hemos avanzado? Pues sí, se ha avanzado, pero el CENDOJ está igual, el Registro Mercantil está igual y hay mil cosas, como los contratos de Cantabria, que también. Creo que tengo que insistir en el camino que queda por recorrer, aunque sea a costa de ser injusto con aquello que sí se ha hecho bien, que también puedo hablar de ello.
P.-¿Por dónde deberían de transitar las Administraciones públicas para mejorar esas deficiencias en transparencia que has constatado?
R.-Bueno, de mil formas. Vengo de hacer una herramienta para estructurar los datos de las campañas de publicidad que el Gobierno vasco contrataba con los medios de comunicación. Son unas 1.300 y no hay posibilidad de analizarlas. Porque lo que hace el Gobierno vasco es cumplir con una ley de mínimos que obliga a que «con todo lo que te gastes en medios de comunicación tienes que hacer una memoria y mandarlo al Parlamento para que lo publique». Bueno, lo que hacen son unas tablas en Word y Excel, lo exportan a fichero .pdf, elaboran unas memorias de unas 200 páginas y lo entregan a los parlamentarios. Yo he hablado con dos diputados y con un asesor de un grupo parlamentario, y les he preguntado: ‘Oye, ¿esto lo estáis mirando?’ y me dicen: ‘No, lo miramos por encima, pero no podemos hacer ningún análisis’. ¿Cómo van a hacer un análisis? Es que no puedes. Tienes que ser Rambo o MacGyver para hacer eso, porque no puedes coger los 200 folios de .pdf llenos de datos e ir sumándolos pieza a pieza. Hablé con un medio de comunicación que lo hizo hace cinco años y me dijeron que casi se quedaron ciegos. Bueno, al final he conseguido estructurar todo eso y ha salido publicado en un medio del País Vasco la semana pasada. ¿Por qué digo esto? La solución es tan sencilla como que el Gobierno vasco publique esa información en un formato abierto. No hablo de tecnología, ni es cuestión de si el formato es .json o .xml. El que les dé la gana. Mientras sea un formato estructurado y abierto, basta. Ya lo cogeremos los demás para trabajar con esa información. Esto me recuerda a cuando el Gobierno de España, ante una reclamación presentada ante el Consejo de Transparencia, facilitó a un medio la lista de bienes inmatriculados por la Iglesia, un documento .pdf de 2.000 páginas. Eso no es una ineficiencia, es un insulto. Está hecho deliberadamente para provocar opacidad.
¿Qué es lo que hace falta? Pues, incluso, hacer algo que puede ser muy controvertido: pongo el caso del Gobierno de Cantabria y la trama de corrupción en la adjudicación de carreteras. Lo que tendrían que hacer el nuevo director general de Carreteras , o el consejero de Obras Públicas de ahora, sería publicar todos esos contratos ya, porque son públicos. Y, además, publicar todos los estudios e informes, toda la documentación que acompaña a las memorias. Y a los contratistas habrá que decirles que toda la documentación que presenten, el estudio técnico y demás, se va a hacer pública si resultan adjudicatarios. Eso es lo que pienso que habría que hacer. Pero es un largo camino que recorrer y eso no va a suceder hasta que llegue alguien que le dé igual todo, porque mientras existan equilibrios políticos, ideológicos y miedos, que existen también dentro de la Administración, no ocurrirá y lo entiendo. Tienen miedo porque es más fácil no publicar que hacerlo. Si publican se pueden meter en líos. Y si no publican, lo que puede pasar es que el tonto de Jaime te saque en un tuit y prefieren lo segundo, evidentemente. ¡Es frustrante!
Hay que ser también indulgentes y no se puede exigir la excelencia absoluta, sino intentar sugerir posibilidades de mejora
P.-Jaime, no queremos abusar de tu confianza, pero, aprovechando que te tenemos aquí hoy, queríamos comentarte que, como sabrás, recientemente se ha aprobado la regulación de la IA en Europa. No sé si has podido conocer el texto o por dónde va la regulación y qué opinión te merece.
R.-Me he obligado a no mirarlo por una razón y es que estas tecnologías son demasiado incipientes y están en ciernes todavía. Cualquier esfuerzo que uno invierta en aprender estas tecnologías y su marco regulatorio en detalle puede ser un esfuerzo que luego no tenga un retorno. Esto pasa mucho con la tecnología. Yo siempre he sido un late adopter, porque a muchas personas les gusta ser los primeros en llegar. La Administración se ha contagiado también de esta tendencia y le gusta ser la primera en el metaverso, en llegar a la inteligencia artificial… Yo pienso que no hay que ser los primeros. La tecnología es muy cambiante y hay un montón de desarrollos que al final no tienen recorrido. El que se compró un vídeo de Betamax estaba feliz en su día porque era un formato muy superior, pero probablemente acabó arrepintiéndose. ¿Os acordáis cuando en el año 2000 los diarios empezaron a apostar por la tecnología Wap, que era la alternativa a la tecnología web, para enviar sus noticias a través de los dispositivos? Pues no cuajó y todas esas inversiones quedaron en nada. Es la técnica de la prueba y error. Si un diario nacional quiere hacer esa inversión y arriesgar, adelante, pero la Administración debe ser conservadora.
Con la inteligencia artificial pasa otro tanto. Es como si coges una flor y la miras de cerca. No llegarás nunca a apreciar su belleza, solamente ciertos detalles. Te tienes que alejar para ver la foto de conjunto, el cuadro, el paisaje. Creo que pasa lo mismo con muchas tecnologías, y con la inteligencia artificial sucede todavía más rápido. Antes cada dos o tres años cambiaban las herramientas, los paradigmas, las formas de trabajo. Ahora ya no es cada dos o tres años, es cada dos meses. Luego están la sociedad, la política, los órganos deliberatorios, la normativa… que tampoco tienen, pienso yo, la capacidad de absorber todo lo que se está generando ahora, el mundo está cambiando muy rápido. Mi consejo es calma. Mientras otros se han polarizado a favor o en contra de la regulación, yo no tengo las ideas tan claras. Prefiero ser un observador hasta que la tecnología termine de cuajar y de asentarse.
P.-Ya para terminar ¿nos podrías adelantar en primicia los proyectos en los que estás trabajando actualmente o vas a iniciar en breve? Lo que se pueda contar y no desvele tus estrategias, Jaime… (risas).
R.-Bueno, intento ver dónde puedo hacer algo para inspirar. Me hace ilusión cuando me escriben desde organismos. Me han llamado, incluso, de alguno para decirme: ‘Es que hoy un compañero ha cogido un tuit tuyo, lo ha imprimido y lo ha llevado a una reunión con los jefes’. Y eso me da muchas alas para seguir, porque a veces pienso que lo único para lo que sirve lo que hago es para hacer memes y echarnos unas risas y tal, pero cuando veo que lo que hago tiene impacto, un impacto muchas veces muy silencioso, me hace ilusión y justifica y le da sentido al trabajo.
¿En qué ando ahora? El año pasado empecé a pegarme con los archivos fotográficos públicos y estoy ahora en un proyecto aplicando visión artificial y algoritmos a una colección fotográfica de 150.000 fotografías, una colección de una diputación. Y eso me gusta porque es algo que pienso que puede servir también para que en otros territorios se tome esta idea y, sobre todo, se valore la importancia de la apertura de los archivos fotográficos, históricos, culturales. No todo van a ser contratos públicos.
¿Qué más? Tengo mil ideas. Las pongo en marcha y luego las voy sacando poquito a poco como voy pudiendo. Estoy en un proyecto bastante grande que hice con la Plataforma de Contratación del Sector Público, procesando todos esos datos y cruzándolos con otras fuentes de datos. Eso lo quiero acabar, pero lo tengo en un cajón y tengo que retomarlo. Me agobio mucho con esto: a veces quiero acabar muy rápido y luego todo lleva su tiempo. ¿Qué más? El otro día me descargué unos 2.000 informes que la Policía ha enviado a un gobierno local sobre sus actuaciones policiales. Igual son 15.000 o 20.000 actuaciones policiales de los últimos años. No he hecho nada todavía con ello, y no sé si haré algo, no sé, pero creo que puede ser interesante, ¿no? Luego pasarlo todo por ChatGPT y ¡yo qué sé! Controles de alcoholemia, si van subiendo o bajando… no sé, hay mil cosas que se pueden hacer.