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FRANCISCO IGEA / Parlamentario y exconsejero de Transparencia de la Junta de Castilla y León (III) 25/12/2023

«A los partidos no les interesa nada la transparencia porque lo que se va a ver no es bueno para ellos»

Francisco Igea, parlamentario y exconsejero de Transparencia de Castilla y León.
FRAN DELGADO / JOAQUÍN MESEGUER

Francisco Igea (Valladolid, 1964), médico especialista en aparato digestivo, vio la luz de la transparencia mientras hacía colonoscopias en el Hospital Río Carrión de Palencia. La vida está llena de paradojas: una visión mística con cierto tono escatológico. Pronto empezó a evangelizar entre sus compañeros sobre esa revelación consistente en tomar decisiones a la vista de los datos y las evidencias, pero no siempre tuvo la fortuna que esperaba.

Su testarudez innata le hizo perseverar en su credo hasta que pudo ponerlo en práctica como vicepresidente de la Junta de Castilla y León durante casi dos años y medio. No necesitó leyes ni reglamentos para convencerse de la importancia de la rendición de cuentas y los movimientos sociales del 15-M le pillaron con esa lección bien aprendida.

Hoy charla con nosotros para compartir sus reflexiones sobre el tiempo transcurrido en esta última década de transparencia a la española.

Pregunta.-Ciudadanos y Podemos, a pesar de sus evidentes diferencias, tienen en común en sus orígenes una apuesta por la regeneración democrática y la transparencia que, además, coincide justo en un momento posterior en el tiempo de algunos movimientos sociales que los demandaban. Ambos partidos no pasan por su mejor momento coincidiendo, quizás, con una etapa política y social en la que estos asuntos han pasado a un lugar secundario. ¿Cómo ha visto la evolución de la transparencia en la agenda política en estos 10 años? ¿Se puede establecer alguna relación en la coincidencia mencionada?
Respuesta.-Es verdad. Sí. Llega un momento en que esto no interesa a nadie. Estuve en UPyD antes de entrar en Ciudadanos y creo que el mensaje de la regeneración que suscitó el 15M, e incluso el que ya existía antes, era muy potente y consiguió movilizar a mucha gente hacia los nuevos partidos. Desgraciadamente estos partidos no consiguieron cumplir con su misión en el contexto de la evolución posterior del país. En nuestro caso -Ciudadanos- nos dejamos arrastrar al final por una deriva frentista muy marcada y fuimos incapaces de mantener la racionalidad y la templanza en la política cuando era más necesaria. Esto nos convirtió en inútiles. Ahora el debate político actual nada tiene que ver con la regeneración política, sino con un nacionalismo exacerbado, sea catalán o español, que dinamita el debate serio e inteligente sobre la regeneración, la transparencia o la evaluación de las políticas públicas. Hay que tener mucha convicción para seguir hablando de estos temas y para mantener el debate en estos términos racionales en medio de esta chifladura, con perdón. De repente te encuentras un país cuya política está completamente disociada de lo que ocurre en la calle. Vivimos en una burbuja generada, básicamente, por las redes y por los medios, un mundo en el que la gente no vive. Hay un debate muy irracional. Las personas que se dedican seriamente a la transparencia o a la evaluación de políticas públicas no están en esta batalla porque no están hechos para este tipo de polémicas. Ciertamente es un momento político muy complicado para la razón.

La política está muy desacreditada. Hoy se presupone la mentira como un arma habitual en el ejercicio de la política

P.-En esos momentos anteriores a los que se refiere vivimos un auge de transparencia que tuvo su mayor reflejo a nivel político cuando, en los contenidos de uno de los debates de las elecciones generales de 2015, uno de los bloques de materias a abordar era, concretamente, la transparencia y regeneración democrática. Sin embargo, pasado ese momento, parece que estos temas han desaparecido de la agenda política…
R.-Han desaparecido en parte porque los grandes escándalos de corrupción han desaparecido también y no han surgido otros nuevos. Una de las ventajas de los gobiernos pluripartidistas es que, en general, es más difícil que la corrupción sea galopante. Algo que hemos hecho los socios de los grandes partidos en los gobiernos es estar atentos a que ‘el otro no meta la pata’. Es más difícil hacer cosas feas cuando tienes al lado a un señor que no es de tu partido mirando atentamente. Al ser más complicado cometer actos corruptos, el foco del debate ya no se centra en la regeneración. Seguimos siendo igual de ineficientes en las políticas públicas, pero también han desaparecido los grandes escándalos de aquellos años. Hay que reconocer que se han hecho avances notables, pero no todo o todos los que se debieran.

P.-Los que nos dedicamos a esto, Francisco, tenemos muy a menudo la sensación de que, en la sociedad, no hay ningún reproche ante conductas poco transparentes a las que estamos normalmente habituados. De alguna forma parece que estamos curados de espanto. Cada día hay una sorpresa o una noticia peor que echa tierra sobre la anterior. ¿Cree que hay o habrá algún momento en el que realmente la sociedad, como tal, otorgue la importancia que se merece al hecho de comunicar con transparencia, de contar la verdad, de que los gobiernos den explicaciones sobre sus compromisos y de sus acciones tanto cuando son capaces de cumplir con su palabra como cuando no puedan hacerlo? ¿Cree que esto realmente tendrá el peso en la sociedad que algunos como usted le dan desde la política?
R.-Es complicado porque la política está muy desacreditada. Hoy se presupone la mentira como un arma habitual en el ejercicio de la política. Es muy difícil explicarle a la gente que la transparencia tiene que ver con sus intereses. Pero hay que hacerlo. La libertad es la capacidad de decidir, la capacidad de elegir. Y no puedes hacerlo si te ocultan la realidad. La transparencia no solo tiene que ver con tus principios, con tus valores. Tiene que ver también con tus intereses. Siempre digo que la gente vota por esas dos razones: por sus principios y por sus intereses. Hay que explicar que un Estado corrupto y opaco es un Estado menos productivo y más pobre. En la obra Por qué fracasan las naciones se dice claramente que los estados necesitan dos cosas: educación e instituciones limpias. También hay que analizar detenidamente cuál es el papel de los medios de comunicación y de las redes, que puede llegar a ser muy tóxico en la política. Ésta es una de las cosas que a mí más me preocupa y que tiene mucho que ver con todo esto. Porque en realidad un porcentaje notable de la gente se sigue informando a través de aquellos medios que le cuentan lo que quiere oír. Todos nos sentimos cómodos en aquellos lugares donde el discurso nos complace y reafirma nuestra forma de pensar. La esencia de las redes es que yo me muevo en un ambiente donde oigo lo que quiero oír y, además, el más burro tiene más potencia de fuego. Es que es delirante. La transparencia tiene que ser capaz de entrar ahí y desmontar este sistema en el que la mayoría del universo va con la capucha puesta. ¡No lo entiendo! Cuando digo esto todos me miran y piensan que soy un liberticida. No. Di la burrada que quieras, pero por lo menos que sepamos quién eres, como hacemos los demás. Es necesaria una manera completamente distinta de orientar la política y es posible que necesitemos enfrentarnos al abismo para salir de él. Las cosas ahora están cambiando, estamos intentando reaccionar a esta situación, pero resulta muy complicado porque el nivel de descrédito de la política en España es total ahora mismo.

La transparencia no solo tiene que ver con tus principios, con tus valores. Tiene que ver también con tus intereses

P.-Castilla y León estuvo muy en el foco por sus políticas de transparencia durante el periodo de la pandemia, gracias a su apuesta por hacer pública la información. Pero también en ese momento su Gobierno decidió no hacer públicos los datos de las personas fallecidas en las residencias, decisión que posteriormente el Tribunal Superior de Justicia revisó y contradijo. ¿No cree que en la decisión de la Consejería competente en personas mayores debería haber primado la transparencia? ¿No cree que debería haber luchado más por mayor transparencia en aquel caso antes que ceder por la unidad de acción del Gobierno?
R.-Creo que llevamos la presión tan lejos como fue posible. Lo llevamos tan al extremo que nos acabaron echando del Gobierno [se ríe]. Yo era de la opinión, y sigo estando convencido de ello, de que la política es el arte de lo posible. En el momento en el que llevas las polémicas a un punto imposible, ese día eres el capitán América, pero al siguiente simplemente dejas de estar presente y contigo las políticas por las que tanto habías luchado. Y ahí se acaba todo. Hay una cosa de la que aprendí mucho siendo jefe de servicio en la medicina para mi posterior vida política. Me puse tan burro que acabé dimitiendo después de una sutil amenaza de apertura de un expediente disciplinario con el que me separarían para toda la vida de la sanidad pública. Todo el mundo me dijo entonces que qué gran tipo era, pero tres años, siete años después, ¿Qué ocurrió con mi servicio? ¿Qué pasó con mis pacientes? Eso, al final, es lo que importa. No es tu honor lo importante, sino que seas capaz de mantenerte haciéndolo lo mejor posible. En mi experiencia de gobierno hubo momentos en que casi todo empezó a convertirse prácticamente imposible. Recuerdo el debate sobre la nueva ley de transparencia que propusimos. Seguro que podíamos haber hecho una mejor, pero yo lo que quería era que aquella norma saliera adelante. Al final no fue ni una cosa ni otra porque, en cuanto ese proyecto de ley y algún otro más entraron en las Cortes, el socio de gobierno decidió que por ahí no pasaba y convocó elecciones. A veces pienso: ¿Y si hubiéramos empujado más? ¡Vaya si lo hicimos! Que el director general de Transparencia firmase un informe diciendo que la información había que darla no era una broma, pero que el Gobierno central esgrimiera otro de la Abogacía del Estado que sostenía que la denegación de la información se ajustaba a la norma nos dejó KO. Éramos nosotros contra el mundo y teníamos la fuerza que teníamos, pero hicimos bastante. Es decir, respecto a la información de la pandemia, quitando la identificación del número de fallecidos en cada residencia -que por fin ahora se ha publicado-, en todo lo demás creo que fuimos lo más transparentes que se pudo, y en un momento en el que era muy difícil serlo. Pero hay más. No sólo creo que fuéramos transparentes, sino que eso ayudó a otras comunidades autónomas y a mucha gente a cambiar su visión de la política a este respecto por lo importante que era conocer la verdad en esos momentos. ¿Si me arrepiento? No sé si hubiéramos podido ir más allá de lo que fuimos. Hubo días muy duros en el Consejo de Gobierno. Siempre recuerdo una frase de un consejero que decía: «Paco, a mí me da miedo ir al Consejo de Gobierno cuando te pones así. Es que te tienen miedo físico». Bueno, el miedo les duró mientras hubo pandemia.

Hay que dotar de poder coercitivo a las leyes de transparencia, porque mientras no sea así no habrá ley ni transparencia

P.-Más allá de su labor en el Gobierno de Castilla y León, como político militante usted ha afirmado que las personas votan por sus intereses y por sus principios, que podría entenderse que son, al fin y al cabo, las cuestiones que también defienden los partidos. Entonces, quería preguntarle, aunque ya ha avanzado algo al respecto de cómo ha cambiado todo en estos años, ¿hasta qué punto cree que existe realmente un compromiso con la transparencia por parte de los partidos políticos?
R.-Mi decepción a este respecto es total. Y empezando por Ciudadanos. Militas en un partido que hace de la regeneración su bandera y te intentan dar un pucherazo en unas primarias… Estaba en el partido de la regeneración y las votaciones estaban amañadas. De traca, ¿no? Creyentes de esto hay muy pocos en política. La política ahora mismo es pura mediocridad. Los sistemas de primarias propician el cesarismo. Se elige a un líder que acaba siendo todopoderoso, del que depende toda la ejecutiva. Esto ha pasado en todos los partidos, quizás donde menos en el PP, donde se calculan equilibrios territoriales y existe una especie de contrapoderes. El sistema produce una selección inversa. Es decir, cuando tienes tipos alrededor tuyo, una ejecutiva que te debe la vida y que te aplaude sistemáticamente porque de ello depende su vida y trabajo, los más inteligentes salen corriendo del partido y solo quedan los más ‘burros’. La política se embrutece. Esto no tiene nada que ver con la transparencia, tiene que ver con la supervivencia. En los partidos ahora mismo solo quedan los supervivientes. Echas un vistazo a sus currículums, sus trayectorias profesionales y compruebas que no hay vida más allá de la política. A los partidos políticos no les interesa nada la transparencia porque lo que se va a ver no es bueno para ellos. Para apostar por esto tienes que tener un mínimo de credibilidad y en política cada vez hay menos de esto.

P.-¿Se puede entender entonces que, cuando había esa demanda de transparencia y los partidos políticos la incluían en los programas electorales y luego los distintos gobiernos proponían leyes de transparencia y los parlamentos las aprobaban, era más una cuestión estética que otra cosa? ¿Simplemente una cuestión de réditos electorales?
R.-Es una cuestión de rédito electoral en el momento en el que surgen los nuevos partidos y la transparencia se convierte en un eje de debate importante en el que tienes que competir. Una vez desaparecidos los nuevos partidos, se acaba este debate y se acaba con él el interés. ¿Cuál es el problema de la transparencia, de las leyes de transparencia? No se las ha dotado de poder coercitivo y donde no hay poder coercitivo no hay ley. Es así. Las leyes que no tienen poder coercitivo no existen, son fallidas. Bueno, existe el prurito y tal, pero ése dura dos días, no más. El único debate urgente que hay ahora mismo, desde mi punto de vista, es dotar de poder coercitivo a las leyes de transparencia, porque mientras no sea así no habrá ley ni transparencia.

Hay que apoyarse todo lo posible en el periodismo de datos. Las cifras acaban con la demagogia

P.-Y ahora Nexo…
R.-Ahora hemos creado una plataforma para intentar canalizar a esa parte de votantes de nuestro espectro que está en el descontento y en la orfandad. Ahora, políticamente, sólo hay un eje posible de cambio. Ciudadanos hizo una cosa terrible que fue matar al centro para una temporada larga. Si tú ahora te presentas en cualquier lado diciendo que eres de centro, el descojone es máximo. Otro derechista camuflado, piensa la gente. En política las cosas son lo que parecen y, cuando un partido se parece en todo al PP, el centro político va a atravesar una etapa compleja. Y, sin embargo, yo sí que creo que hay un espectro político, más hacia la izquierda que hacia el centro político, que ahora tiene una oportunidad. Tiene una oportunidad en mitad de un debate en el cual la política de izquierdas, por así decirlo, socialdemócrata o progresista -llámalo como quieras-, está diluida en una batalla con el nacionalismo más cutre, carca y clerical del mundo. El nacionalismo de Neguri y de Pedralbes ahora representa a la progresía. ¿Cómo puede ser esto? Hay un espectro político con el que se puede intentar construir algo, pero ahora está muy complicado: o conmigo o contra mí. Todo son etiquetas, bandos. Y luego están los medios de comunicación, la mayor parte de los cuales militan descaradamente en esto o en lo otro. No hay equilibrio ni mesura. No sé qué será de Nexo, pero nosotros vamos a intentar que haya una oferta sensata en un tiempo prudencial, aunque este país va a vivir una época muy compleja.

P.-En este escenario que está dibujando, en el que a la clase política sólo le interesa esa transparencia en la medida en la que le renta electoralmente, donde no existe un compromiso real y donde ha desaparecido incluso del debate social, ¿hacia dónde cree que podríamos avanzar en trasparencia? Y ¿cómo podría volver a ser algo realmente importante para la sociedad en nuestro país?
R.-Hay que conseguir vincular el principio con el interés. Hay que construir un mensaje político que sea capaz de transmitir que la transparencia es un asunto esencialmente de principios y de intereses. Hay que volver a intentar construir ese discurso e intentar colocarlo en el debate político. ¿Cómo se hace esto? Es muy complicado. En eso es en lo que estamos nosotros ahora, en intentar ver cómo vinculamos esto al debate, pero con tranquilidad, racionalidad, tolerancia y buen humor. Porque llega un momento que la gente se cansa de gresca y, entonces, busca la normalidad. Que cuando tengas que decidir lo hagas con criterio, con la neutralidad que ofrecen los datos. Hay que apoyarse todo lo posible en el periodismo de datos, en los profesionales que ponen los números encima de la mesa como Newtral, Civio y quien sea, y utilizar siempre en el debate los datos. En esto soy muy pesado, porque en el Parlamento, aparte de las grescas con mi amado vicepresidente, procuro poner encima de la mesa los números: esto es lo que está pasando con el paro, qué pasa con los enfermos, qué pasa con las listas, qué pasa con tal o cual. Las cifras acaban con la demagogia. Hacer política con los números dificulta que te tachen de demagogo. ¿Cuánta energía producimos? ¿Cómo la producimos? ¿Cómo está saliendo esto de caro? Y todo eso hay que intentar potenciarlo. Ahí está el camino, en abrir un debate en algún canal de comunicación donde los datos estén en el centro.

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