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NUEVO LIBRO 30/03/2022

‘El confidente y el terrorista’: del 11S a los atentados de Cataluña

Braulio García Jaén y Matías Escudero Arce

‘El confidente y el terrorista’ es un reportaje de investigación recién publicado por la editorial Ariel. El libro rastrea varios casos a lo largo de los veinte años de la (mal) llamada guerra contra el terror, desde el 11S de Nueva York al 17A de La Rambla y Cambrils. Y analiza el relato preventivo del que España ha hecho gala. En este fragmento que adelantamos se aborda el papel que el actual Jefe de Prospectiva del CITCO, José Luis Serrano Merino, desempeñó en la investigación policial sobre el imán Abdelbaki Es Satty en Vilanova, de la que salió indemne en 2005. El imán Es Satty fue luego el líder de los terroristas de Ripoll que atentaron el 17 de agosto de 2017.

El libro se presenta este jueves en Madrid, en Casa Árabe, a las 19 horas. El acto podrá verse por Youtube. García Jaén, uno de los autores, es miembro de la API. A continuación reproducimos el epígrafe que lleva por título ‘El jefe de los controladores’.

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El momento de la verdad sobre los atentados de Atocha fue retransmitido en directo. El juicio del 11M, presidido por el magistrado Javier Gómez Bermúdez, empezó el 15 de febrero de 2007 y durante los cuatro meses y medio siguientes pudo verse íntegramente por internet. La retransmisión supuso también un momento particularmente revelador sobre lo que suele haber detrás del telón de los confidentes: el patético andamiaje del que muchas veces cuelgan las llamadas fuentes confidenciales de los informes policiales. El público pudo observar en directo a los tres confidentes principales. Uno, que no era un payaso profesional, lo parecía y actuaba como tal; otro era esquizofrénico. Los dos ayudaron a reunir los 200 kilos de dinamita que explotaron en los trenes, y por ello fueron condenados.

El tercero, el célebre Cartagena, era un licenciado universitario que había trabajado como periodista en Marruecos y como imán en Villaverde, al sur de Madrid. […] Cartagena había aportado antes del atentado de Atocha informaciones clave sobre varios terroristas del 11M. La UCIE -el servicio de información de la Policía Nacional encargado de investigar el yihadismo- no supo procesar y no aprovechó dichas informaciones.

Los tres confidentes declararon en el primer mes del juicio. También lo hizo el jefe de los policías que controlaban a Cartagena, José Luis Serrano Merino. Serrano fue el instructor general de las diligencias policiales del 11M, y como tal declaró en el juicio el 1 y el 5 de marzo de 2007. Como él mismo explicó, en tanto que jefe del área de la UCIE encargada del terrorismo islamista del Magreb, estaba al tanto de las ramas yihadistas que, sobre todo a partir del atentado de Casablanca de 2003, habían ido abriéndose paso y convergiendo en España.

Cese de las escuchas al imán

Cuando tuvieron lugar los atentados de Atocha, Serrano era el jefe de dicha sección. Trabajaba en la UCIE desde 1995. Durante esa década, la UCIE se había encargado de las principales investigaciones sobre terrorismo islamista: desde los primeros pasos de Abu Dahdah repartiendo su propaganda islamista en la mezquita de la M30 de Madrid, hasta las detenciones y la localización de algunos de los terroristas del 11M, y luego la detención de Ismael y parte de los coacusados en Chacal, entre otras. El 21 de noviembre de 2005 pidió que cesaran las escuchas al m´óvil del imán Abdelbaki Es Satty.

Serrano llegó al juicio del 11M siendo ya analista de la Comisaría General de Información, donde no había dejado de ascender desde que empezó en 1985. […] Hoy es el jefe del Área de Prospectiva del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), que coordina la estrategia y los intercambios de información sobre el asunto entre los diferentes cuerpos policiales.

Tras su declaración, y coincidiendo con el tercer aniversario de los atentados, El País publicó una crónica sobre los «agujeros de la seguridad» previos al 11M aflorados en el juicio, sobre todo por boca de policías y confidentes. Cuando ocurrieron los atentados, había abiertas siete investigaciones que afectaban a varios de los implicados en el atentado de Atocha. «Pero, como han puesto por escrito mandos políticos, policiales, jueces y fiscales, ‘ningún indicio se detectó en ese momento’ contra ellos ‘que permitiera proceder a su detención».

Portada del libro.

Esos hechos, relataban los cronistas, tenían dos lecturas. «Una es la que sostienen los policías que investigaron entonces y ahora: que los servicios estaban haciendo su trabajo, infiltrando a confidentes, observando a los malos, intentando detenerles, pero no llegaron a tiempo, porque ni ellos ni sus jefes supieron juntar las piezas. La otra, alimentada por los defensores de la teoría de la conspiración mutante, es que los servicios estaban formados por una banda de delincuentes, conjurados para matar, pero dirigidos por los mismos políticos que dicen querían derrotar». Y a continuación remataban el párrafo: «Lo que ha quedado claro es que, tras el 11M, utilizaron todas las informaciones que tenían para evitar nuevas muertes y que, si hubiera sido por ellos (guardias, policías y agentes del CNI), hubieran optado por que no se supiera que habían fallado».

La teoría de la conspiración -tiene que ser ETA, aunque no haya sido ETA- puede que siga mutando, allá los mutantes. La investigación del 11M, con las críticas que puedan merecer sus errores […], logró una reconstrucción veraz de lo ocurrido y aportó pruebas para que el tribunal pudiera juzgar y dictar una sentencia que hiciera justicia, en la escala humana de lo posible, a sus víctimas. No nos interesan tanto los errores personales que Serrano pudo cometer durante la investigación, tampoco en la Operación Chacal ni en el cese de las escuchas a Es Satty. No tenemos ningún indicio de que provocara personalmente esos errores […]. Pero que no haya indicios para suponer que los errores fueran interesados no niega el interés de los errores. Y hay una frase crucial en la crónica de El País que nos interesa crucialmente: «Si hubiera sido por ellos (guardias, policías y agentes del CNI), hubieran optado por que no se supiera que habían fallado».

Método de conocimiento

Serrano, negándose ahora a responder del cese de las escuchas a Es Satty, abunda en esa costumbre tan católica, española y nefasta del silencio de la autoridad. No solo es un método de gobierno, es un método de conocimiento, que los mismos cronistas aciertan a describir un par de párrafos más abajo, cuando se encaran con el CNI. «Tampoco se llegó a nada por las pesquisas del CNI, entonces dirigido por Jorge Dezcallar, hasta ahora el servicio que más indemne ha salido de la purga de los fallos, dado que el carácter secreto de su trabajo le ha permitido mantenerse al margen».

El secreto es siempre el margen del poder, su manga ancha, y la verdad, su marginada. En cualquier campo de investigación más o menos ventilado, los errores no solo son objeto de estudio y discusión cuando se descubren, sino que la publicidad de estos se considera una buena práctica para evitar futuros errores. Los errores son una fuente de información para mejorar los procesos. En el campo de la seguridad, sin embargo, se acepta que los errores deben clausurarse puertas adentro. La falta de escrutinio del despliegue preventivo después del 11M es ejemplar. El resultado está a la vista: no es que no se vean los resultados, es que preguntar está mal visto.

¿Por qué Serrano decidió que había que levantar las escuchas al imán? Nosotros solo podemos rumiar, en silencio. En voz alta, es razonable pensar que en 2006 era imposible predecir que el imán de Vilanova, Abdelbaki Es Satty, acabaría convertido en el líder de los terroristas de La Rambla y de Cambrils, siendo imán de Ripoll, una década después. Pero precisamente por eso cuestionamos un método que presume de predecir ese tipo de evoluciones; y lo cuestionamos no desde la teoría, sino desde el acopio de hechos que lo desmienten. A estas alturas, lo grave no es solo la ironía de que el comisario que lo descartó sea hoy el jefe de Prospectiva del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO); más grave es que lo siga siendo sin tener que explicar siquiera su decisión de entonces y su carrera hasta ahora. Lo peor no es la discutible evaluación de sus méritos: lo inaceptable es la nula evaluación de sus métodos.

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